lunes, 26 de febrero de 2018

DESCANSE EN PAZ, MONSEÑOR OSCAR JULIO VIAN MORALES.

Nació en la ciudad de Guatemala, el 18 de Octubre de 1947, en el seno de una familia católica –siendo el menor– de cuatro hijos: Víctor Manuel, Juan Enrique, Aura Luz (+) y Oscar Julio. Sus padres, D. Isidoro Vian y María Hortensia Morales de Vian, ya gozan del Señor. Estudió en el colegio Don Bosco de la ciudad de Guatemala y más tarde pasó al Seminario Salesiano en El Salvador.

Sus estudios de filosofía, pedagogía y teología los efectuó en la ciudad de Guatemala, en la Universidad de San Carlos, el Instituto Filosófico y Teológico Salesiano, adheridos a la Universidad Francisco Marroquín y la Universidad Pontificia Salesiana de Roma.

Su experiencia docente la llevó a cabo en El Salvador (Instituto Rinaldi), Costa Rica (Colegio Santo Domingo Savio, Cartago) y en Panamá (Instituto Técnico Don Bosco).

La Ordenación sacerdotal la recibió de manos del Cardenal Miguel Obando y Bravo, Arzobispo de Managua, Nicaragua, el 15 de agosto de 1976, en el Santuario de María Auxiliadora de esta Ciudad de Guatemala.

Después de la ordenación sacerdotal, siendo Licenciado en Teología y profesor en Matemáticas, fue enviado a la ciudad de Panamá como Orientador del Instituto Técnico Don Bosco. Transcurridos dos años fue enviado al Pontificio Instituto Litúrgico “San Anselmo” en Roma, de los Padres Benedictinos, para realizar estudios de Teología Litúrgica.

Durante su estancia en Roma recibió cursos en la Universidad Gregoriana sobre Sacramentos en conexión con la Liturgia. En Londres estudió ingles, en Münster estudió alemán. Marchó a Israel para estudiar las Liturgias Orientales.

Descanse en paz, Monseñor Oscar Julio Vian Morales.


lunes, 5 de febrero de 2018

AMAR A LA IGLESIA

“Amo a la Iglesia, estoy con tus torpezas, con sus tiernas y hermosas colecciones de tontos, con su túnica llena de pecados y manchas. Amo a sus santos y también a sus necios. Amo a la Iglesia, quiero estar con ella. Oh, madre de manos sucias y vestidos raídos, cansada de amamantamos siempre, un poquito arrugada de parir sin descanso. No temas nunca, madre, que tus ojos de vieja nos lleven a otros puertos. Sabemos bien que no fue tu belleza quien nos hizo hijos tuyos, sino tu sangre derramada al traemos. Por eso cada arruga de tu frente nos enamora y el brillo cansado de tus ojos nos arrastra a tu seno. Y hoy, al llegar cansados, y sucios, y con hambre, no esperarnos palacios, ni banquetes, sino esta casa, esta madre, esta piedra donde poder sentarnos”».


jueves, 1 de febrero de 2018

HOY ES JUEVES EUCARISTICO

Vengo, Jesús mío, a visitarte.
Te adoro en el sacramento de tu amor.
Te adoro en todos los Sagrarios del mundo.
Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido.



miércoles, 31 de enero de 2018

COMO ORAR?

Un discípulo acude a su abba (padre espiritual) en el desierto y le dice que tiene dolor en el pie y que no sabe cómo rezar por algo así. ¿Debería rezar por su curación o por la gracia del sufrimiento?
El abba levanta su pie, lo señala y dice “Simplemente ve ante el Señor y di: ‘¡pie!’”.
(Oración que penetra a través de las nubes)
No tengo palabras para explicar el alivio que sentí al leer esto. He estado teniendo muchos problemas con el concepto de oración intercesora. En parte se debe a un montón de peticiones de GoFundMe que me han llegado últimamente —sobre una madre que necesita desesperadamente ayuda para la manutención de su bebé, o un bebé enfermo necesitado de un tratamiento médico caro, o el amigo de un amigo en estado crítico después de un accidente de coche—; todas piden dinero, pero sobre todo piden oraciones.
Me resulta triste porque, después de todo, Dios ya sabe de todo esto, y mucho más y mucho antes que yo, y también sabe cómo solucionarlo. Yo desde luego no lo sé. Así que ¿por qué necesita Él que se lo pida? Hay muchísimo por lo que rezar y mi energía es muy limitada. ¿Es que Dios no puede ocuparse de todo esto por su propia cuenta? Después de todo, ¡es su mundo!
Ciertamente lo es. Su mundo.
El diácono Greg Kandra escribió hace poco sobre una lección que aprendió una persona de alcohólicos anónimos, que puede resumirse en el lema“¿Estoy haciendo el trabajo de Dios o sirviendo a la obra de Dios?”. Es una distinción importante que hay que recordar.
Es trabajo de Dios vendar las heridas, aliviar a los afligidos y liberar a los prisioneros. Servir a la obra de Dios, por otro lado, es una cuestión diferente. Servir a la obra de Dios significa hacer lo que nos ha pedido, y ha dejado muy claro que debemos “orar sin cesar”.
¡Y a mí que me preocupaba que fuera una tarea poco realista! Pero la oración no tiene por qué ser algo desalentador, si podemos recordar que no somos responsables de hacer el trabajo de Dios. El discípulo en el desierto no le dice a Dios qué es lo que tiene que hacer, simplemente le invita a participar en su situación. En efecto, en realidad solo dice “Oye, Dios, ¿ves este problema que tengo?”.
De hecho, mi hijo de un año hace esto constantemente. Solo sabe unas pocas palabras, pero no forma frases completas todavía. Ni falta que le hace. Solo tiene que decir “¡Caca!” y yo ya me acerco y le cambio el pañal o le ayudo a limpiarse cualquier cosa con la que se haya manchado. En cualquier caso, su necesidad se ve atendida.
En las situaciones para las que ni siquiera tiene una palabra, también se las arregla. Solo tiene que gritar “¡Mamá!”. A veces ni siquiera tiene problema alguno; simplemente quiere compartir conmigo su disfrute: “¡Mamá, pelota!”.
Mi hijo únicamente quiere que participe en su vida, que esté con él cuando está contento, que le vea crecer y aprender, que le ayude con cualquier problema que se encuentre. Y en eso consiste orar sin cesar. Uno no tiene que ser necesariamente bueno con las palabras para rezar como es debido.
De hecho, rezar con un lenguaje sencillo, infantil, suprime los detalles innecesarios y va directo al meollo de la cuestión. Si mi hijo me dijera “¡Mamá, pie!”, eso sería más que suficiente.
Dios no necesita nuestros consejos. Su trabajo es sanar el mundo a su manera. Pero nos invita a participar de sus acciones en nuestro mundo.
Aun más, quiere que le incluyamos en nuestras vidas, y eso significa que también lo incluyamos en nuestros deseos y esperanzas. Quiere tantísimo estar con nosotros, que si decimos “Dios, te quiero aquí en esta situación”, responderá con júbilo.
Él quiere simplemente que digamos, “Dios, ven conmigo”. “Dios, ¿ves mi pie?”, “Dios, ¿ves a mi hijo?”. Así que me he propuesto aprender a hablar con Dios con las frases de un bebé. Voy a dejar de explicarle todo lo malo que tenga determinado problema y voy a dejar de decirle cómo tiene que hacer su trabajo.
Él puede hacer su trabajo y yo haré el mío, que supone incluirle en mi vida, en mi corazón y en todos mis deseos sencillos y complejos.

jueves, 25 de enero de 2018

LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

Dios lo esperó y lo hizo caer de lo más alto
“Todos hemos leído la historia de la conversión de Saulo; de acérrimo enemigo de los seguidores de Cristo a legendario evangelista por Dios”, escribe Gabriel Garnica en un artículo reciente publicado en Catholic Stand.
Garnica señala que Pablo “no se convirtió en esta leyenda tan pronto como cayó del caballo; antes bien ahí comenzó el proceso que lo llevó a jugar el maravilloso papel que ha jugado en la historia de nuestra fe”.
Dejando a un lado el proceso en general –dice el autor—podemos descubrir al menos cinco lecciones directas de la caída en sí misma:
La misericordia divina de Dios llega, generalmente, cuando nos encontramos peor, en nuestro punto más bajo. Saulo fue una pesadilla para los primeros cristianos, y su persecución parecía no tener límite. Recordemos que estuvo presente y aprobó la lapidación de Esteban. Dios lo esperó y lo hizo caer de lo más alto, tanto de su caballo como de la ventolera que había tomado en contra de los seguidores de su Hijo. De forma similar, Cristo nos ofrecerá pacientemente su divina misericordia cuando parezca que menos la merecemos; incluso cuando menos creamos merecerla. Hay que recordar el recibimiento del padre al hijo pródigo.
La intervención de Dios en nuestras vidas será siempre inesperada. La forma de medir el tiempo de Dios nada tiene que ver con nuestra forma de hacerlo. Su intervención en nuestras vida no refleja nuestras expectativas. Saulo era la última persona en la cual los primeros cristianos esperarían que fuese su más apasionado defensor, que fue, exactamente, lo que Dios hizo nacer en Saulo. Fe no es esperar a comprender en totalidad la bondad de Dios; paciencia es tener la fe para esperar por ella.
La presencia de Dios en nuestras vidas se encuentra más a menudo fuera de una iglesia. Mientras que es necesario ir a Misa para refrescar el alma escuchando la Palabra de Dios y para alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, gran parte de las aplicaciones de la enseñanza de la Iglesia ocurren en el mundo. Saulo cayó del caballo en el camino hacia Damasco, no en su destino, ni en una casa o en algún lugar de adoración. La casa del Señor es la estación de servicio, donde rellenamos de combustible nuestra fe; pero nuestra misión en el servicio a Dios es en el camino, donde aplicamos la fe para ayudar a otros.
Todos tenemos un caballo de Damasco. Saulo iba montando su caballo camino a pelear en contra de Dios. Podría haber usado el mismo caballo para ayudar a Dios, pero decidió usarlo para hacer lo contrario. Dándole esa respuesta, hizo que Dios lo derribara, para humillarlo como preparación a la gran misión de servirlo en su plan. Todos tenemos un caballo que nos puede llevar lejos de Dios: ese caballo puede ser orgullo, arrogancia, dinero, poder… ¿Nos bajaremos por iniciativa propia o esperaremos a que Dios nos derribe?
Fe y humildad superan a los cinco sentidos. Pablo nunca caminó al lado de Cristo. No fue de los originalmente elegidos. Pero su fe y su humildad lo hicieron tan grande como aquellos que caminaron con el Señor. Dios viene a nuestras vidas, y nosotros le permitimos entrar, sin la proporción de lo que creemos, vemos, escuchamos, tocamos o gustamos. Los cinco sentidos y todas las sensaciones que les siguen son polvo en el camino de la humildad y la fe. Pablo estuvo ciego por un tiempo tras ser derribado de su caballo por Dios Nosotros a menudo estamos ciegos por un tiempo mucho mayor, en el viaje hacia nuestro Damasco.


jueves, 18 de enero de 2018

Vengo, Jesús mío, a visitarte.
Te adoro en el sacramento de tu amor.
Te adoro en todos los Sagrarios del mundo.
Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido.
Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento y recibirás hasta el fin de los siglos.
Te ofrezco principalmente las adoraciones de tu Santa Madre, de San Juan, tu discípulo amado, y de las almas más enamoradas de la Eucaristía.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Ángel de mi Guarda, ve y visita en mi nombre todos los Sagrarios del mundo.
Di a Jesús cosas que yo no sé decirle, y pídele su bendición para mí.



viernes, 16 de junio de 2017

FIESTA DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO



Jueves*, después de la Solemnidad Santísima Trinidad
*(Donde esta solemnidad no es precepto, se celebra
el domingo después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad)

«Mi carne es verdadera comida,
y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre,
en Mí mora, y Yo en él.»
  (Jn 6, 56-57)
Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.
 El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación, haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos  extraordinarios de la Redención.  Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.
 La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo de recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.
 Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es prenda y comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque «el Pan mismo de los ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos» (Concilio de Trento).
 Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la Eucaristía, y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así, nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los frutos perennes de su Redención.


miércoles, 7 de junio de 2017

EL VALOR DE LA RADIO

El Espíritu Santo, y la Iglesia, exhortan a cada uno a proclamar el Evangelio de cualquier manera, incluyendo el uso de los medios modernos.
“Los medios modernos de comunicación social son medios indispensables para la evangelización, y edificación de las mentes y corazones de los fieles …se debe dar apoyo efectivo a los buenos programas de radio y televisión, especialmente los que son dirigidos hacia las familias. Los programas Católicos deben ser promovidos, para que los que los reciben puedan aprender sobre la vidade la Iglesia y las verdades de la religión. Un esfuerzo se debe hacer también para comenzar estaciones Católicas.”
--Decreto sobre los Medios de Comunicación Social, Concilio Vaticano II


“Para que la nueva evangelización sea efectiva… conocimiento y el usode los medios de comunicación… son indispensables.
[La Iglesia debe] unir fuerzas para adquirir y administrar nuevos transmisores y cadenas de TV y radio.”-- Ecclesia in America, 72



lunes, 5 de junio de 2017

INICIA EL TIEMPO ORDINARIO

Durante este tiempo todos los bautizados estamos llamados a profundizar el Misterio Pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días, precisamente en las ocupaciones ordinarias
En la liturgia de la Iglesia, después de la fiesta del Bautismo del Señor se da inicio al Tiempo Ordinario.
El Tiempo Ordinario del año empieza con el lunes que sigue al domingo después del 6 de enero y se prolonga hasta el martes anterior a la Cuaresma; vuelve a reanudarse el lunes después del Domingo de Pentecostés y finaliza antes de las Primeras Vísperas del Domingo Primero de Adviento.
El Tiempo Ordinario del Año Litúrgico tiene mucha importancia en la vida de los cristianos, por tratarse del tiempo más largo.
Es durante este tiempo cuando la comunidad de los bautizados es llamada a profundizar el Misterio Pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días. Para eso, la Liturgia de la Palabra asume una gran importancia en la formación cristiana de la comunidad. La abundancia de los textos que se presentan durante todo el año indican que no se leen para cumplir con un ceremonial, sino para conocer y meditar el mensaje de salvación apropiado a todas las circunstancias de la vida.
Comparado con los llamados “tiempos fuertes”, puede ser tenido como menor, pero sin él el ciclo litúrgico quedaría incompleto y el recuerdo que la Iglesia hace de los acontecimientos de salvación, privado de momentos claves.
El tiempo ordinario desarrolla el misterio pascual con una gran claridad. La temática tan concreta propia de los tiempos especiales, es más abierta en el tiempo ordinario, esto permite a los pastores ahondar en la presentación y ampliación del misterio de Jesucristo, y a los fieles profundizar en su fe, especialmente en aquellos aspectos que más afectan a su vida concreta.
A partir del Bautismo del Señor, el tiempo ordinario tiene una continuidad, aunque interrumpida porque se desarrolla en dos fases; la primera, que llega hasta Cuaresma, y la segunda que arranca pasada la Solemnidad del Corpus.
La escasa unidad entre las tres lecturas (especialmente autónoma es la segunda), y, pese a que se lee el texto de un evangelista cada ciclo, hace que cada domingo tenga entidad propia. Se dice que, precisamente por no celebrarse ningún misterio concreto de Cristo en el tiempo ordinario, se celebra en él todo el misterio cristiano. Al comenzar inmediatamente después del Bautismo del Señor, permite iniciar el ministerio de la vida pública desde el comienzo, siguiendo la narración evangélica mostrando la vida de Jesús en todo su dinamismo y la presentación de su persona y de su imagen con los mismos métodos catequéticos que usó la primitiva comunidad.
Si observamos detenidamente las lecturas del Antiguo Testamento, notaremos que en ellas se presentan profecías y acontecimientos futuros que en Cristo han encontrado su cumplimiento. La segunda sería, a modo de complemento, la experiencia de una Iglesia que ha encontrado en sí misma y en la vida de los fieles, esa misma salvación. El Catecismo de la Iglesia Católica cita aquellas palabras de san Agustín: “El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo” (129).
Este ciclo B del Tiempo Ordinario incluye la lectura continuada de san Marcos, pero se intercala el capítulo 6 de san Juan (discurso del Pan de Vida), aunque hay lógica en esta inclusión, ya que viene después de la multiplicación de los panes.
Para descubrir verdaderamente a san Marcos y hacer de la predicación de este ciclo B una verdadera catequesis, sobre todo teniendo en cuenta que todo este Evangelio está profusamente citado en el Catecismo de la Iglesia Católica (más de 160 citas), es preciso que lo estudiemos como un todo, descubriendo a la vez su estructura interior. Nos encontraremos con que, recibidos los materiales de la primitiva comunidad, el evangelista piensa catequética y pastoralmente, y que, por tanto, nos ayuda, porque son esas precisamente nuestras preocupaciones.
Sabido es que san Marcos escribe para cristianos que vivían en tensión casi constante por el clima de persecución. Hoy, aunque muchas comunidades cristianas en el mundo padezcan por la fe, ese clima en gran medida está superado; pero no los objetivos que el evangelista se proponía, porque él tenía desde luego una perspectiva mucho más amplia.
Su Evangelio es un llamamiento para que estemos siempre replanteándonos nuestro conocimiento de Jesucristo y la conducta que deriva del mismo. Hoy la oposición (persecución) viene de nosotros mismos, de nuestra cómoda instalación en lo sabido y vivido, sin avanzar demasiado. O acaso también en la interpretación que hacemos de Cristo Crucificado, cuando tal vez identifiquemos, sin más, el progreso del mundo y los avances de la humanidad con el Reino de Dios en la tierra. ¿No nos viene bien nuevamente redescubrir al Crucificado y Resucitado mediante el “secreto mesiánico” tan querido para san Marcos y tan beneficioso para nosotros?
Las gentes que se quedaban admiradas de lo que Jesús hacía, inmediatamente pensaban que “aquéllas” eran las señales definitivas del Reino de Dios. Y lo eran verdaderamente. Pero también otras, que no dejan atónito a casi nadie eran más importantes que las que asombraban a muchos: el perdón de los pecados, la interioridad de la adhesión a Dios, el descubrimiento del nuevo rostro del Padre, etc, todo eso es señal de la llegada del Mesías verdadero. Cristo quiere que hoy como ayer, pongamos las etiquetas de la llegada del Reino, no sólo en lo que nos agrada sino en todo lo que, viniendo del Evangelio, cambia y salva al hombre.
San Marcos no repara en medios para presentar la indisoluble vinculación entre el descubrimiento de Jesucristo y su Pasión y Resurrección. Quien crea en Jesucristo ha de aceptar todo lo que Cristo protagoniza y todo lo que Él propone. El Evangelio “a la carta” no existe.
San Marcos comienza afirmando que “ha llegado el Reino de Dios” y, a partir de esa afirmación, construye su edificio desde la fe. La Resurrección sólo se comprenderá desde la perspectiva del Jesús prepascual, y la Resurrección será el apoyo de la afirmación del Jesús prepascual. El Misterio pascual por ser el origen de la salvación del hombre supone para él un sentido nuevo de la vida, ya está presente en todo el misterio de la vida de Cristo.
Conviene no olvidar las solemnidades dentro del tiempo ordinario, porque son muy importantes las que coinciden con este ciclo. Hay que comprenderlas y presentarlas dentro del momento del año. Aunque en las páginas correspondientes se insiste en los aspectos más fundamentales y en los números correspondientes del Catecismo de la Iglesia Católica, es oportuno resaltar su papel. La Santísima Trinidad supone el coronamiento de la cincuentena pascual, porque ha sido en ese tiempo donde ha mostrado el amor del Padre en la obra del Hijo y la donación del Espíritu Santo. Si miramos todo el misterio de Cristo, lo hallaremos celebrado y comprendido en plenitud en la Eucaristía, que alcanza singular relieve en la celebración del Corpus Christi.
Los Santos Apóstoles y el recuerdo y actualización de su misión en la Iglesia, encuentran motivo de celebración en San Pedro y San Pablo, y Santiago.
La fidelidad de la Virgen María a la palabra divina, tema muy recordado en Adviento y Navidad, vuelve a reverdecer en Agosto con la Asunción de la Virgen, animando a la vez a la Iglesia a vivir esa fidelidad en esperanza de alcanzar un día el esplendor que esta fiesta nos promete. La última etapa de la historia de la salvación, con la manifestación del que ha de venir, la renovamos el día de Cristo Rey, último domingo del tiempo ordinario que, precisamente con esta memoria escatológica, enlaza con el Adviento.
Finalmente, Todos los Santos nos traerán de nuevo la actualidad de la eterna bienaventuranza de los mejores hijos de la Iglesia, fieles al seguimiento de Jesucristo.


domingo, 28 de mayo de 2017

LA ASENCION DEL SEÑOR

A los cuarenta días después de la Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles sobre la nobilísima misión de establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús iba a subir al cielo, donde le esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su querida Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo ocultó de sus miradas.
Le acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del Salvador del mundo.
Al situarse junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza, como el que oyó Juan en sus visiones: "Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5, 12).
Jesús entró en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la tierra, gustaba siempre de la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración se manifestó la gloria de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se colocó al lado del Padre celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura humana.

Oración en el Huerto de los Olivos

La noche antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo: "Te he glorificado en la tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tú, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el mundo" (Juan 17, 4).
Por estar unida al Verbo Divino, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, la Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la gloria eterna. Comparte con el Padre la infinita felicidad y poder de Dios. Justa recompensa por todo lo que hizo y mereció en la tierra. Humanidad elevada al Cielo por encima de toda criatura, porque en la tierra por debajo de todo se humilló.
Cuando acabe la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de compartir eternamente el gozo de su victoria.
Jesús subió a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el hombre es puesto en el camino de salvación. Jesús merecía este glorioso recibimiento, al regresar a su hogar.
La Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver para llevarnos con Él.
Vayamos en espíritu con Jesús al Cielo y moremos allí. Sea esta nuestra aspiración ahora en fe, esperanza en caridad. Busquemos solamente los gozos verdaderos.

Lo vieron levantarse   (Hc  1, 1-11)

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole:- «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Palabra de Dios.

Novena de la Ascensión

Palabra de Dios
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. (Marcos 16, 19)
Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. (Ef 4,8 y Sal 68, 19)
Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. (Col 3, 1-2)

Oración propia de la Novena

Jesús, te rindo homenaje en la fiesta de tu Ascensión a los Cielos. Me alegro de todo corazón por la gloria en que has entrado a reinar como Señor del Cielo y tierra. Cuando acabe la lucha de este mundo, dame la gracia de compartir en el Cielo el gozo de tu victoria por toda la eternidad.
Yo creo que entraste en tu Reino glorioso a preparar mi sitio, pues prometiste volver y llevarme contigo. Concédeme buscar solamente la dicha de tu amor y amistad, para que yo merezca unirme contigo en el Cielo.
Cuando me llegue la hora de subir y presentarme al Padre para rendir cuentas de mi vida, ten compasión de mí.
Jesús, por el amor que me tienes, me has trasladado del mal al bien y de la desgracia a la felicidad. Dame la gracia de elevarme sobre mi debilidad humana. Que tu Humanidad me dé fuerza en la flaqueza y me libre de los pecados.
Con tu gloria dame ánimo de perseverancia, pues me has llamado y justificado por la fe. Que yo profundice en la vida que me has dado y alcance los premios eternos que prometes.
Tu me amas, buenísimo Jesús. Haz que yo a mi vez te ame. Te pido ahora esta gracia en particular (mencione el favor que desea).
En tu constante providencia, guía mis pasos a la vida gloriosa que has preparado para aquellos que te aman. Hazme crecer en santidad y darte gracias, viviendo fielmente para Ti.

Alabanza a Jesús glorioso

Te alabo, Corazón de Jesús amadísimo, Fuente de toda bondad.
Te alabo, Corazón de Jesús, todo bondad, por las infinitas gracias que has dado y seguirás dando a las almas de los justos
Te alabo, Corazón de Jesús, por el tierno amor con que has aliviado tan frecuentemente los corazones devotos con tu divino consuelo.
Te alabo, Corazón de Jesús, que eres todo amor, por la plenitud de tu gracia, el esplendor de tus virtudes, la generosidad de tu corazón y la pureza de tu amor.
Te alabo, Real Corazón de Jesús por tu victoria sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre vivos y difuntos.
Te alabo, Corazón tan pobre siendo tan rico, por haber despreciado las riquezas terrenas y haber renunciado a los honores mundanales.
Te alabo, Corazón de Jesús obedientísimo por tener hambre de cumplir la voluntad del Padre, y estar sediento de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Te alabo, Corazón de Jesús generosísimo, que no buscaste tu gloria propia; Corazón pascientísimo, que voluntariamente sobrellevaste los mayores insultos; Corazón más abnegado, que anhelabas la Cruz y la abrazaste con amor.
Sacratísimo Corazón de Jesús, enséñame a amarte con todo mi corazón y concede que en la medida de mis limitadas fuerzas imite yo tus admirables virtudes. Amén.

Oración

Dios y Padre nuestro, haznos participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que sigamos en la nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Oración a Maria Auxiliadora:

Santísima Virgen, Madre de Dios, yo aunque indigno pecador postrado a vuestros pies en presencia de Dios omnipotente os ofrezco este mi corazón con todos sus afectos. A vos lo consagro y quiero que sea siempre vuestro y de vuestro hijo Jesús.
Aceptad esta humilde oferta vos que siempre habéis sido la auxiliadora del pueblo cristiano.
Oh María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me aflige, del apuro extremo en que me encuentro.
Reina de los cielos, en vuestras manos pongo mi causa. Se bien que en los casos desesperados se muestra más potente vuestra misericordia y nada puede resistir a vuestro poder. Alcanzadme Madre mía la gracia que os pido si es del agrado de mi Dios y Señor. Amén.

viernes, 19 de mayo de 2017

"Tips para ser un mejor catequista"

Una vocación es un regalo de Dios, pues como él dijo "yo los he elegido". Cuando decimos sí a Dios, hemos de saber exactamente que hay en ese sí. Sí significa (me entrego) total y absolutamente, sin calcular el precio, sin hacer ningún análisis ni cuestionamiento ¿está bien esto? ¿Es conveniente? Nuestro sí a Dios se da sin ninguna reserva. El amor inmenso no mide sólo se da.
La entrega total a Dios debe expresarse en pequeños detalles.
La entrega total supone una amorosa confianza en él y para esa entrega total debemos abandonamos sin límites en sus brazos.
Debemos afianzar nuestra pertenencia a Jesús, porque solo él merece nuestro amor y entrega total. Nuestra tarea debe ser realizada con un corazón humilde, con la humildad de Cristo, él nos utiliza para que seamos su compasión y amor en el mundo a pesar de nuestras debilidades y flaquezas. No importa cuanto damos, lo que importa es cuanto amor ponemos en lo que damos.
Según las palabras de nuestro Santo Padre, debemos ser capaces de limpiar lo que está sucio, de calentar lo que está tibio, de fortalecer lo que está débil y de iluminar lo que está oscuro.
No debemos tener miedo de proclamar el amor de Cristo ni de amar como él nos amó, pero para eso es necesario alimentamos espiritualmente. La Madre Teresa dice que si no queremos morir de una "anemia espiritual" debemos alimentar nuestro espíritu. La oración es un proceso que no termina, sino que es prolongación en toda nuestra vida. La vida espiritual del catequista debe ser alimentada por la celebración y por la vivencia de los sacramentos.
El catequista debe ser un hambriento de Dios.
Podemos y debemos convertir nuestro trabajo en oración. Nunca podremos sustituir la oración por el trabajo. Nunca debe ocurrir esto. A menudo nos llenamos de compromisos, tareas y creemos que haciendo muchas cosas es suficiente. Y perdemos ese hermoso contacto con nuestro Padre a través de la oración.
Como catequistas debemos nutrirnos en la vida de oración, el Papa Pablo VI nos dice que la oración ha de ir antes que todo, quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse en la falta del tiempo, lo que falta es el amor.
Debemos aprender a quedamos en algún momento de nuestro tiempo, con nuestro Padre, ese quedarse con el Padre equivale a la expresión "hablar con Dios", es diferente hablar con Dios, que pensar en Dios. Siempre que hay trato con Dios hay oración.
Orar no es pedir. La oración fortalece nuestra fe y madura nuestra entrega.
Orar es ponerse en manos de Dios, escucharlo. La oración es un doble proceso de hablar y escuchar. Orar es mirar a Dios, es un contacto de corazón y de los ojos. Nuestro trabajo es fructuoso en la medida que expresa una oración realmente sincera.
Orar con generosidad no es suficiente, debemos orar con devoción, con fervor, debemos ser perseverantes y constantes para crecer en este compromiso asumido. Si no oramos todo lo que hagamos no tendrá valor. Los que tomamos en serio este caminar junto a Dios, necesitamos de estos momentos junto con los sacramentos para llevar una vida coherente con la que transmitimos.
Cuando el catequista tiene su crisis de fe, es la crisis de la espiritualidad. Por la fe buscamos a Dios y damos respuestas y entregas a su llamado al compromiso, pero si esa fe no es alimentada espiritualmente, nuestro compromiso y entrega, cada vez serán menos. Un cristiano es alguien que ha descubierto a Dios. Un catequista no es solamente alguien que ha descubierto a Dios, es alguien que también ha escuchado el llamado del Señor, para colaborar con él y aceptar esa misión, tratando de crecer en el amor a Dios Padre, a su Hijo y a su Espíritu.
El catequista debe crecer día a día en la fe.
Todos estamos llamados a crecer en ella.
El catequista, por vocación tiene muy presente este llamado tanto por lo que el mismo se refiere, como con respecto a sus catequizados a quienes debemos ayudar a crecer en la fe. Pero... ¿qué es la fe para un cristiano catequista? ¿Cómo podemos crecer en la fe? Fundamentalmente, la fe es aceptar a Cristo y su mensaje, pero no solamente con la inteligencia sino con el corazón y en la vida. La fe es esa relación personal con Cristo Vivo. Por eso los catequistas somos instrumentos de Dios y servidores de la Palabra, ella debe ser el alimento cotidiano indispensable. San Agustín dice que no vale menos la Palabra de Dios que el Cuerpo de Cristo.




martes, 16 de mayo de 2017

APROVECHA A COMPARTIR CON TUS HIJOS

¡Crecen tan rápido! No pierdas estas oportunidades de estrechar lazos con tus hijos - y de hacer excepciones a las normas

  1. Leerles en voz alta (mucho después de que puedan hacerlo por sí mismos)
Una vez que mis hijos ya pasaron la etapa de los libros infantiles ilustrados, como Buenas noches, Luna y los de Dr. Seuss, simplemente seguimos con nuestra costumbre. Seguí leyéndoles clásicos maravillosos como El león, la bruja y el armariocapítulo a capítulo. A menudo me ocupaba un tiempo que pensaba que no tenía, pero era una de las cosas más satisfactorias que hacíamos juntos. Leer en voz alta a los niños (y preadolescentes) estimula su imaginación e incrementa sus habilidades lingüísticas. Aunque tal vez lo más importante es que ofrece un rato compartido de tranquilidad que enfatiza un sentimiento de amor y seguridad. Recuerdo leerles Where The Red Fern Grows y llorar tanto al final que no podía ver la página que leía. Le pasé el libro a mi hijo y ¡él me leyó el último capítulo a mí! Nunca olvidó ese momento.
  1. Tomarse las vacaciones familiares soñadas
Ya sea Disneyland, Dubai o Denver, no temáis derrochar en una experiencia que aportará un sentimiento de unidad a la familia. Tal vez sintáis el pellizco económico en ese momento —o el escozor de una semana fuera del trabajo—, pero los recuerdos compartidos que crearéis no tendrán precio. Hay estudios que demuestran que es más satisfactorio gastar dinero en experiencias que en cosas materiales. Además, tanto la anticipación como el recuerdo de esas experiencias os hacen más felices que amontonar posesiones.
  1. Dejar que falten al colegio por enfermedad… aunque no estén enfermos de verdad
De vez en cuando, viene bien un día de higiene mental. (Como aquella película Todo en un día; debió de ser idea de la madre). Sugiero que papá y/o mamá también se hagan los enfermos para que juntos podáis acurrucaros en el sofá para ver una película y comer helado. Un día no les sacará del camino de sus matrículas de honor, aunque sí podría ser el mejor día que hayáis pasado juntos en mucho tiempo.
  1. Aprender de ellos
Uno de los aspectos más gratificantes de educar a los hijos es verles desarrollar sus propios intereses, aficiones y habilidades, ya sean en historia medieval o en trucos de magia. Mi hijo tocaba la trompeta y me introdujo a la música clásica. Me encantó que se cambiaran las tornas y que yo pudiera ser la estudiante en vez de la profesora, para variar. Si a tu hijo le apasiona algo, déjale que tome la iniciativa para enseñarte. Así él o ella ganará confianza y tú aprenderás algo nuevo.
  1. Pasar tiempo con cada hijo por separado
Yo tuve cuatro, así que sé que es difícil, pero de lo contrario os arrepentiréis de no haber dedicado un tiempo a solas a cada uno. La relación entre hermanos cosecha grandes beneficios, pero también impone mucho compromiso y mucho tener que compartir. Permite a tus hijos que se tomen un descanso de todo eso y regálales un día entero a solas contigo. Deja que el niño escoja las actividades y céntrate en las necesidades de uno solo, en vez de en la exigencias de muchos.
  1. Ponerse en su piel
¿Habéis visto alguna vez la película Ponte en mi lugar, donde la madre y la hija se intercambian y pasan una semana viviendo la vida de la otra? No es una mala idea. Cuando mi hija mayor recibía clases de equitación, con el tiempo yo también decidí probarlo. Aunque nunca me había subido a un caballo, supuse que tenía un buen conocimiento básico del deporte, después de todo, pasaba horas cada semana escuchando desde los márgenes al monitor dando instrucciones mi hija: “¡Ponte derecha! ¡Talones abajo!”. Lo admito, tenía este pensamiento poco considerado de que “¿de verdad es tan difícil seguir unas sencillas instrucciones?”. Luego, cuando llegó mi primera clase y el monitor me gritaba las mismas cosas, yo solo quería llorar: “¡Para! ¡No puedo recordar tantas cosas a la vez y mantenerme encima de esta bestia resoplante!”. Después me quejé durante días por las agujetas en mis piernas de gelatina. Lección aprendida… y no precisamente sobre cómo montar a caballo. Aprendí sobre las habilidades de mi hija, su persistencia y su arrojo (además de los beneficios de unas piernas más jóvenes y fuertes).
  1. Dejarles con sus abuelos
Puede que os ponga un poco inquietos, pero dejad a los niños con vuestros padres durante un fin de semana (o más). Todo el mundo saca beneficios: los niños pueden disfrutar de más caprichos y menos disciplina; los abuelos pueden tener una oportunidad para conocer mejor a sus nietos y vosotros obtenéis ese tiempo de descanso de la vida cotidiana que tanto necesitáis.
  1. Que cometan sus propios errores
A día de hoy todos hemos oído hablar de los “padres helicóptero”, que son los que no pueden dejar de sobrevolar las vidas de su progenie. Sin duda los niños necesitan orientación y ayuda, pero también necesitan aprender estrategias de adaptación. Deben reforzar su resistencia a la decepción y al fracaso y desarrollar competencias en la solución de problemas. Este tipo de habilidades solo se logran si se les permite actuar independientemente. Si los padres están ahí constantemente para cogerles en cada caída, corregir cada desacierto y arreglar cada problema, viviréis para lamentarlo. Y en último lugar será vuestro hijo quien lo sufra. Así que dad libertad en la cocina a vuestro hijo de 11 años y no os irritéis si se derrama la leche o se queman las galletas. Que vuestro hijo asuma sus propios errores sus éxitos. A largo plazo, será mejor persona por ello.
  1. Invertir en su educación
Vuestra labor principal como padre y madre es criar a un hijo o una hija que llegue a ser una persona autosuficiente y cultivada espiritualmente. La mejor forma de hacerlo es asegurarte de que tu hijo recibe la mejor educación posible. Esto supone buscar las escuelas apropiadas, involucrarse en la escuela, pasar tiempo como voluntario, asistir a todas las reuniones entre padres y profesores, y estar disponible para ayudar al hijo en sus estudios. Invertir en educación pone a los niños en el buen camino hacia un futuro éxito vital y una vida en la que puedan tener un impacto positivo en sus comunidades y las personas a su alrededor. Cada hora que pasáis enseñando, orientando y apoyando estará bien amortizada. Para aseguraros de que estáis preparados, planteaos abrir una cuenta de ahorros para los estudios de vuestros hijos mientras todavía son pequeños. Los bancos ofrecen planes de ahorro universitarios con ventajas fiscales.
  1. Permitir que el estudiante supere al maestro
Enseñasteis a vuestros hijos a jugar al ajedrez, al baloncesto, al Monopoly, a tocar el piano… Y como sois los maestros, siempre deberíais ser los mejores, ¿verdad? Pues no. Es momento de dejarles ganar. Aunque bueno, para qué engañarnos, no hará falta que os dejéis. Con el tiempo os vencerán con todas las de la ley. Eso sí, os arrepentiréis si no asumís vuestra derrota con elegancia. Nada de lamentos ni excusas. Porque algún día ellos recordarán con cariño esos juegos e, incluso de adultos, descubriréis que todavía estarán encantados de buscar tiempo para jugar con vosotros.


lunes, 15 de mayo de 2017

INICIA BIEN LA SEMANA

Comienza un nuevo lunes y dependiendo de tu actitud, se convertirá en un día maravilloso o en un horror, uno de esos días en los que piensas que hubiera sido mejor no levantarse de la cama. Para que esto no ocurra te damos 10 consejos claves:
1.- Levántate de la cama con una actitud positiva. El sueño tras la llamada del despertador es un estímulo depresor que poco a poco va desapareciendo a medida que vamos despertando. El cuerpo necesita al menos media hora para activarse de nuevo y estar lúcido. Dedica esa media hora a las rutinas mañaneras (ducharse, desayunar, etc.) Cuando termines, tu cuerpo ya ha despertado y es el momento de conversar con tu compañero de piso, pareja, padres, etc. Esto también es un truco para comenzar la jornada de buen humor y no disgustado por la primera discusión del día.
2.- Planificación. Si eres una persona muy ocupada, es bueno realizar un organigrama la noche anterior. Dedica unos minutos a apuntar en un papel cual serán las tareas a realizar al día siguiente, el tiempo que necesitarás y el orden en que las realizarás. Recuerda que tendrás que mezclar tareas laborales y académicas con otras facetas (compras, médicos, etc.) Si dedicas ese tiempo a organizar el día siguiente, cuando te levantes por la mañana sólo tendrás que releer el listado de tareas y seguirlo tal cual a lo largo del día. No siempre todo sale según lo previsto, tendrás que tener capacidad para reorganizarte sobre la marcha. También tu mente queda liberada, al no tener que retener información y temas pendientes.
3.-Mucha calma. Levántate unos minutos antes para que tu aseo personal y el desayuno no sea una carrera de obstáculos. Si llegas tarde y te duchas corriendo y no desayunas, tu cuerpo responderá de mala gana y le estarás pidiendo que use una energía que no tiene. Ya sea en casa o al llegar al trabajo necesitas desayunar bien para poder continuar en positivo. Si no lo haces, la falta de azúcares y nutrientes harán que tu estado de ánimo decaiga ante cualquier contratiempo.
4.- Alégrate de la rutina diaria. Seguramente que tus pensamientos al acostarte y al levantarte al día siguiente son negativos, tipo: "mañana a madrugar", "estoy harto", "que sueño tengo", "cada día lo llevo peor", etc. Recuerda que los pensamientos pueden hacer que tu estado de ánimo varíe. Esfuérzate por cambiar estos pensamientos y repetir todos los días pensamientos en positivo del tipo: "Que bien que tengo trabajo", "soy un privilegiado por ello", "levantarme cada día indica que estoy vivo y activo", "el sábado iré a nadar y al cine", "a mediodía comeré con mi amiga", etc.
5.- Llega a tu lugar de trabajo con una actitud positiva. Saluda a los compañeros y deséales un buen día. Pónganse al día de los últimos acontecimientos del fin de semana o del día anterior, es una forma de intimar con los demás y de comenzar el día más tranquilo, sin obsesionarte por las tareas pendientes. Haz planes para el resto del día, sobre con quién comerás, a qué restaurante irá, etc. Si tienes más cosas en común, a parte del trabajo, la jornada laboral será más llevadera.
6.- Soluciona los problemas. Lo mejor que puedes hacer al levantarte es decirte "Hoy voy a hacer... para solucionar mi problema". Es una forma de estimularte en positivo, ya que tienes la posibilidad de conseguirlo. Hazte cada día el propósito nuevo de hacer algo para resolver el problema, así no tendrás la sensación de pasividad y tendrás más posibilidades de que dicho problema se solucione. Evita frases del día "Otra vez a discutir con el jefe", "Otra vez tengo que verle la cara a...", etc. Sólo ven la parte negativa y no solucionan el problema, además te ayudarán a estar más desanimado.
7.- Repite todos los días al levantarte cuáles son tus puntos fuertes como persona. Es importante que los tengas presentes y que los refuerces cada día. Ten en cuenta que ante un problema o un mal día es muy fácil que lo veas todo negativo y que no valores tus capacidades para resolverlo. Si te repites a menudo tus cualidades estarás más seguro de ti mismo y los problemas se te harán más llevaderos.